ECOS DEL EVANGELIO

No es momento de divertirse

Photo André Myre

Par André Myre

ECOS DEL EVANGELIO

15 mayo 2024

Foto por Joel Muniz / Unsplash

Con el texto que sigue, comienza la última sección de la Fuente, que es un llamado a la vigilancia. La perícopa (Q 12:39-46) consta de dos partes, y el último versículo de cada una indica claramente el contexto en el que se escribieron las palabras: la Historia está llegando a su fin, pero nadie sabe cuándo terminará (vv 40, 46).

 

12,39 Entiendan esto:

Si el dueño de la casa supiera a qué hora de la noche vendría el ladrón, no dejaría que asaltaran su casa.

40 Ustedes también deben estar alerta, porque no saben a qué hora llegará el Humano…

 

42 ¿Quién es, pues, el esclavo fiel y atento a quien el amo ha puesto al cuidado de su casa para que le dé de comer en el momento oportuno?

43 Afortunado este esclavo a quien su amo encuentre muy ocupado cuando llegue. 44 Créanme, se los digo, lo asentará en todo lo que posea.

45 Pero si ese esclavo empieza a pensar en el fondo que su amo llegará tarde, y empieza a golpear a sus compañeros, comer y beber con los borrachos, 46 el amo de este esclavo acabará llegando, en un día que no esperará, a una hora que no conocerá.

Entonces será hecho pedazos y sufrirá el destino de los infieles.

 

Los redactores de la Fuente derivaron el texto de una narración en curso en la que Jesús se dirigía a un determinado público, invitándoles a interpretar correctamente lo que les decía (v 39a). Pero las palabras relatadas habían sido formuladas en un contexto comunitario, probablemente por un profeta cristiano. La expectativa que se desprende no es la del régimen de Dios, como era el caso de Jesús, sino que se expresa bajo la forma del juicio que está a punto de pronunciar el “Humano”, que revelará el peso de la humanidad en cada uno de nosotros. Esta es la esperanza fundamental de la Fuente, que no descansa en la resurrección y el señorío de Jesús, sino en su futuro papel de revelador de la autenticidad de los seres. En este contexto, es muy importante conocer los criterios para juzgar a los seres humanos. Y esto es precisamente lo que se propuso el profeta cristiano cuando escribió su llamado a la vigilancia.

La primera preocupación del redactor era presentar la actitud de sus contemporáneos, que se contagiaba a su comunidad y se manifestaba en irresponsabilidad, descuido y superficialidad. Es el caso del terrateniente que no protege su casa porque no se siente inmediatamente amenazado por los ladrones (v 39b), o del esclavo que se comporta de forma extraviada porque no tiene a su amo a la vista (v 45), o del ser humano que no cree en la imputabilidad de su vida y en la existencia de una Realidad que tiene en cuenta la integridad de la naturaleza y la dignidad de la humanidad.

El profeta se dirige así a los funcionarios de su comunidad que la gobiernan, alineándose con el comportamiento de los responsables del sistema político[1]. Y con respecto a ellos, el profeta -y la Fuente que le sucederá, tomando el relevo de Jesús y anunciando a un evangelista como Marcos o Juan- es extremadamente duro, hasta el punto de que los traductores tienden a suavizar el tenor de sus palabras: semejantes dirigentes de la Iglesia, el Humano -literalmente- los “cortará en dos” y los tratará como a personas que nunca han tenido fe en él (v 46).

A la Fuente -como a los Evangelios después- no le sirve la lealtad a una institución o a un sistema de pensamiento.  Los partidarios que busca son personas que, “en el momento oportuno, se ocupan de dar de comer a la familia” (v. 42). Cuidar de los más débiles y animar a los más grandes a asumir responsabilidades es lo que está llamado a hacer todo aquel que quiera seguir a Jesús. Y eso era tan difícil de vivir veinte años después de la muerte de Jesús como lo es hoy, como demuestra la exhortación a estar vigilantes ante la perspectiva de autentificación o destrucción por parte del Humano.

Tengo que hacer aquí una última observación. Según la tradición evangélica, el llamado a seguir a Jesús es del orden de un trabajo que hay que hacer, una tarea que hay que cumplir, una obra que hay que realizar. Puesto que el mundo está en crisis, tenemos que seguir adelante hasta la venida del régimen de Dios. Esta visión de la fe no cuestiona la felicidad personal del partisano. Por eso, el desafío del Evangelio debe recibirse siempre en un contexto de discernimiento. Frente a un océano de sufrimiento y de necesidades sin fin en un planeta devastado, ¿qué estoy llamado a hacer para llegar hasta el fondo de mí mismo respetando mis límites y los de los que me rodean? Sólo seré útil si soy un ser humano feliz en la tradición de los seguidores de Jesús.

 

Nota :

 

[1] Ver Mc 10,42-44.

 

ACERCA DE ANDRÉ MYRE

André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

Partager :

Síguenos en Facebook

Sigue a la fundación en Facebook para mantenerte informado sobre nuestras actividades, nuestros proyectos y nuestras últimas publicaciones.

Yo suscribo

¿Quieres recibir más contenido?

Suscríbase a nuestra lista de correo y le enviaremos un correo electrónico cada vez que se publique una nueva publicación, es fácil y gratuito.

Yo suscribo