ECOS DEL EVANGELIO

Saber leer la vida

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Par André Myre

ECOS DEL EVANGELIO

21 agosto 2024

Foto por Jay_Zynism / iStock

Los dos pasajes (Q 12,54-56.58-59) que siguen merecen atención precisamente porque no la atraen. Simplemente se han colocado uno al lado del otro, sin ninguna similitud de contenido.

A primera vista, no son especialmente provocativos, ni profundos, sin contenido religioso aparente, como si el Aliento se hubiera quedado sin inspiración. Pero eso es precisamente lo que los hace tan atractivos.

 

Q 12,54 Cuando llega la noche, se dicen:

Buen tiempo, el cielo está rojo.

55 O al amanecer:

Tiempo tormentoso hoy, con cielos de color rojo oscuro.

56 ¿Saben descifrar la cara del cielo, pero no pueden descifrar la cara del tiempo de hoy?

 

58 Cuando viajes con tu adversario, intenta zafarte de sus garras. De lo contrario, podría entregarte al juez, el juez al guardia y el guardia a la cárcel.

59 Se los digo, no saldrán hasta que hayan dejado atrás su camisa.

 

1. La primera palabra (vv 54-56), un escriba de los orígenes de la Fuente habla a su generación sobre la experiencia. Para todos, y para los agricultores en particular, leer los signos que anuncian el tiempo es una preocupación cotidiana. Y, a lo largo del tiempo, el ser humano ha desarrollado un gran saber hacer en este ámbito. Hay que reconocer que existe una gran diferencia entre las previsiones que podemos hacer con los instrumentos de los que disponemos hoy en día y las que, en el pasado, se basaban en observaciones cotidianas. Pero a la palabra eso no le importa. Hace justicia a la ciencia de la época y considera que sus resultados son buenos: “la gente sabe descifrar la cara del cielo”.

Pero su punto principal es plantear una incongruencia: si son conocedores de las cosas de la naturaleza, los humanos son ignorantes de sí mismos. “Son incapaces de descifrar su época”. Mientras la gente observa el cielo para predecir el tiempo, la palabra observa a las personas para predecir su comportamiento. Y lo que aprende cada día, de la ciencia, es que el Sistema no sabe comportarse humanamente. Sabe que nunca lo ha hecho, que no lo hace y que nunca lo hará. En el fondo, las palabras, que parecen bastante inocentes y sin ninguna profundidad particular, dicen lo mismo que el famoso verso sobre la llegada de la Luz o el Sentido al mundo:

 

Jn 1,11 Volvió a casa, pero su pueblo no le dio la bienvenida.

 

La palabra es siempre verdadera. Creer en ella es reconocerla. El Sistema no sabe hacer justicia a las mujeres, a los palestinos, a los ucranianos, a los uigures, a los kurdos, a los tibetanos, a los rohingyas, a los intocables, a los aborígenes, a los refugiados, a los inmigrantes, a los francófonos, a los diferentes, a la gente sin techo, a los ancianos, a los incompetentes… Todo lo que toca a lo humano es fuente de confusión para el Sistema. Pero es en un mundo así donde los seguidores de Jesús están llamados a hacerse verdaderamente humanos. Ese es todo el drama del Evangelio. Y debo añadir aquí, porque soy un servidor del Evangelio, que la Iglesia es un sistema que forma parte del sistema en cuestión, y como tal hace todo lo posible para no tener que descifrar el drama del Evangelio. Por eso la primera palabra, que parece inofensiva, no lo es en absoluto.

2. La segunda (vv 58-59) es bastante diferente. Es una llamada al diálogo en un contexto difícil. Se trata de dos habitantes de un pequeño pueblo que tienen una disputa, y aquí viajan a un lugar donde hay un tribunal de justicia. Se les dice que hagan todo lo posible por llegar a un acuerdo extrajudicial. Esto es sabiduría práctica para dos personas del pueblo. Cuando se es de la plebe, hay que hacer todo lo posible por desarrollar auténticas relaciones humanas -aunque sean difíciles- para escapar a la lógica del sistema, que es implacable, no tiene alma y dispone de medios para hacer un daño inmenso. En la lógica del Evangelio, la base es el lugar para compartir, para ayudarse, para perdonar, para crear una subcultura que nos permita vivir humanamente.

La naturaleza de la Iglesia es precisamente ser el lugar privilegiado donde la vida es buena, porque sus miembros buscan convertirse en auténticos seres humanos, tener auténticas relaciones humanas y vivir libres de las garras deletéreas del sistema. La Iglesia prevista por el Evangelio es un ámbito ampliamente humano, no el estrecho espacio atribuido a la institución de una religión. El Dios vivo no busca creyentes, sino seres auténticamente humanos. ¡Qué escándalo! Al final, la segunda palabra no es más insignificante que la primera.

 

ACERCA DE ANDRÉ MYRE

André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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